lunes, 22 de septiembre de 2014

Fiebre hemorrágica del Ébola

La fiebre hemorrágica del Ébola o infección por el virus del Ébola es una enfermedad viral altamente contagiosa y mortal que puede ser causada por cualquiera de los cinco tipos de virus ébola conocidos. Estas cinco especies han sido identificadas como: Bundibugyo ebolavirus (BDBV), Reston ebolavirus (RESTV), Sudan ebolavirus (SUDV), Taï Forest ebolavirus (TAFV), y Zaire ebolavirus (ZEBOV).
Esta enfermedad predomina en África, donde es relativamente común. Dada su alta tasa de contagio y mortandad, resulta muy importante estar informado acerca de cualquier brote que ocurra para reducir el riesgo de infección.
El primer brote documentado de ébola ocurrió en 1976, simultáneamente en Zaire y Sudán (zonas que hoy pertenecen a la República Democrática del Congo y a Sudán del Sur, respectivamente), donde se detectaron 318 casos y 280 muertes con una tasa de letalidad de 88%. Este brote fue causado por el virus Ébola-Zaire, una de las cepas más epidémicas y mortales de la historia. Los brotes de fiebres hemorrágicas virales tienen una tasa de letalidad de hasta 90%.1

Índice

Síntomas

El período de incubación varía de 2 a 21 días. Los síntomas clínicos son muy similares a los síntomas de la fiebre de Marburg. Las diferencias en la gravedad de la enfermedad y la tasa de mortalidad en los brotes epidémicos en varias regiones están asociadas con las diferencias biológicas y antigénicas entre las cepas del virus. La enfermedad comienza con una fuerte sensación de debilidad, dolor de cabeza intenso, dolores musculares, (mialgias), diarrea, dolor abdominal, dolor de garganta. Posteriormente, hay una tos seca, dolores punzantes en el pecho y se desarrollan signos de deshidratación hidroelectrolítica.
En el estudio de la sangre se detecta síntomas de leucocitosis neutrofílica, trombocitopenia y anemia. La muerte se produce por lo general en la segunda semana de la enfermedad debido a hemorragias y shock hipovolémico por la pérdida de sangre.

Diagnóstico

El reconocimiento se basa en estudios epidemiológicos (permanecer en un área endémica, con el contacto con el paciente, etc) y los síntomas clínicos característicos. Pruebas de laboratorio especializadas detectan antígenos específicos y/o genes del virus. Los anticuerpos contra el virus se pueden determinar, el virus puede ser aislado en cultivo celular. Las pruebas en las muestras de sangre se asocia con un mayor riesgo de infección y debe llevarse a cabo en el nivel máximo de protección biológica (Nivel 4 de Riesgo biológico). También se analizan muestras de saliva y orina.

Transmisión

Micrografía electrónica del virus del Ébola.
El virus del Ébola se introdujo en la población humana a consecuencia de un contacto estrecho con la sangre, secreciones, órganos u otros líquidos corporales de animales infectados. En África se han comprobado casos de infección asociados a la manipulación de chimpancés, gorilas, murciélagos de la fruta, monos, antílopes de los bosques y puercoespines infectados que habían sido encontrados muertos o enfermos en la selva.
Posteriormente, el virus se propagó en la comunidad mediante la transmisión de persona a persona, debido al contacto estrecho con la sangre, secreciones, órganos u otros líquidos corporales de personas infectadas. Las ceremonias de inhumación en las cuales los integrantes del cortejo fúnebre tienen contacto directo con el cadáver también pueden desempeñar una función significativa en la transmisión. La transmisión por el semen infectado puede ocurrir hasta siete semanas después de la recuperación clínica.

Tratamiento

Pacientes enfermos de Ébola en el hospital de Gulu, Uganda, durante el brote de octubre de 2002.
No se cuenta todavía con ningún tratamiento ni vacuna específicos. Sin embargo, un laboratorio farmacológico de Iowa, Estados Unidos asegura que está por iniciar experimentos en humanos con una vacuna que ha probado ser 100% efectiva previniendo la infección en primates no humanos.2
El tratamiento actual es principalmente de soporte contra la enfermedad e incluye reducir al mínimo los procedimientos invasivos, balanceando los fluidos y electrolitos para contrarrestar la deshidratación, la administración de anticoagulantes en la infección temprana para prevenir o controlar la coagulación intravascular diseminada, la administración de procoagulantes en la infección tardía para controlar hemorragias, mantener los niveles de oxígeno, el manejo del dolor, y la administración de antibióticos o antimicóticos para el tratamiento de infecciones oportunistas secundarias.3

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